jueves, 11 de agosto de 2011

Agonia Acompañada

Tu gritabas su nombre, lo gritabas con esa mirada, buscando su rostro y yo te escuche.
Yo te escuche por la ventana, mientras recogia rosas para el florero, ese que colocabamos en la mesa cuando cenabamos los dos.
Elena, Elena. Siempre ese nombre,!trasnpirabas su nombre¡ ¿Como hizo? Que nunca se fue.

A veces imaginaba que Elena era yo y que era un sobrenombre, de esos que suelen ponerse
las parejas cuando se aman.

Pero no, en las noches me daba cuenta de que no. Dolia mucho que durmieramos tres tu, yo y Elena.

Nunca dejaste de decir su nombre y yo nunca deje de recoger flores para el florero de la mesa donde cenabamos los dos. Pensaba que talvez al oler las flores te dieras cuenta de que la que cocinaba la cena era yo, la que dormia en tu cama era yo.

Elena nunca murio, yo si.

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