jueves, 11 de agosto de 2011

Luz en la oscuridad

“A veces desearía estar confundiendo los sueños con la realidad y que esto no sea más que un simple sueño… Pero creo que los sueños no puedes sentirlos de esta manera tan pasional. Otra vez me pierdo en la dulce condena de sus labios prohibidos, los cuales siento tan intensos sobre mi piel, como un sueño jamás podría. Conozco los límites de la piedad de su alma, ese límite soy yo.

¿Que es morir sino un sueño eterno? Quiero morir, pero quiero que sea mi muerte una salida. Él es tan cruel y despiadado. Me obliga a verlo, a mirarle por horas sin entender que es lo que me pasa. ¿Porqué mi corazón va tan deprisa y tan despacio? Sin lágrimas pero con dolor otra vez estoy deseando más, más profundidad en esos fogosos y avasallantes besos, besos que me da sin posar sus labios en los míos. Un beso y tal vez la caricia de su mirada tierna, protectora, que me hace sentir tan completa, tan llena.

Sin más que discutirle a mi conciencia, abro esa puerta y me encuentro con sus ojos amielados. Arrancara toda razón de mi piel y me destrozara el alma con afilados colmillos para luego dejarme caer al infierno, donde pertenezco por esta pérdida de juicio. Como lo deseo, como deseo ser juzgado por mis demonios, como deseo que sean sus manos que quemen mi piel. Cargo un remordimiento terrible, pero puedo olvidarlo, lo olvido al instante en que me posee, tan fiero, tan salvaje como siempre, grabando su aroma a mi frágil cuerpo, dañando cada palmo de piel que me cubre con tan solo dejar escapar su aliento sobre el, mefítico ser.

Sus manos me tomaron con dulzura, susurro que todo estaría bien… y caí, como un ingenuo cordero. Mi pecho reposo sobre las sedosas sabanas blancas, mis muñecas fueron sujetadas sobre la almohada encima de mi cabeza por una mano mas fuerte y sentí la dura intromisión a mi cuerpo, su pecho sobre mi espalda húmeda... placer, calor, mareos, dolor… Un punto que jamás pensé que podría llegar a tocar jamás. Ese cielo, ese paraíso de sensaciones. Y llegue al clímax odiándome a mi mismo por no negarle algo tan sagrado a quien no merece nada.”

Despertó alterada y agitada. El sudor frió, causa quizás de alguna pesadilla, humedecía su pálida piel que desnuda descansaba sobre la blanca superficie de la cama. El cuerpo le dolía, se sentía cansado. Miro a ambos lados, como si estuviese buscando algo perdido, o esperando confirmar si su soledad era cierta. Lo único que visualizó fue una nota en la mesa de luz. Se sentó y se estiro hasta alcanzarla. La abrió… suspiró mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

“¿Volveré a verte cuando el sueño te acune?”

Sonrió cubriéndose el rostro humedecido por las lágrimas.

“Solo cuando encuentre el valor dormiré por siempre, hasta entonces solo la noche será nuestro fiel testigo. Eso fue un “si” mi amor, un eterno “si”.”

“Hasta que la muerte se muera de rabia por no poder separarnos”
“Hasta entonces…, te amare”

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