martes, 11 de octubre de 2011

LA NATURALEZA DE LOS MORTALES

A través de la carne pecaminosa
aquella alma enojada se adoro a si misma,
las lágrimas de sangre más espesas
se derramaron cuando admiró su propia belleza.

Las vacantes de los poseídos de veneración
han sido ocupadas por los que esperan recompensa
por haber creído en este mundo tan especial a lo materialista.

Se corono el bípedo inmaculado
carga consigo una cruz de libertinaje
dentro de su ser reside la dolorosa verdad,
el tiempo no halla espacio para sus mentiras
a su alrededor todo se siente o es desechado
no pedirá perdón por existir y no le interesa perdonar.

La luz de sus ojos adormece cuando no es cierto
pero dependemos tanto de soñar con su silueta
a él las plegarias que rebotarán contra la maldad
yo lo amo y le doy gracias por darme mi corona de púas.

Él tiene que ser ella
talón de aquiles de los autómatas sensibles,
¡sacrificio! a sus labios devorando la manzana de la placidez,
su vientre autosuficiente dará a conocer a mis enemigos,
benditos todos por la maldición que nos ampara.

Sobre el sufrimiento ese pedazo de espíritu cayó
expulsada del paraíso, siendo presa de sus chillidos,
el temor no fundió su pecho
creía en ella misma y era suficiente.

El mundo puede girar lívidamente
todo es puro en este caos planificado,
según sus designios yo no elijo mi fortuna
pero estoy en el divino derecho de robar la de otros.

La paz emana por sus venas
el líquido místico de sus heridas se vierte en la cena,
en su recinto todos somos hermanos
a menos que no se parezcan a su piel color nube.

Por la eternidad de las eternidades breves
nos privo del tormento del principio de la contradicción,
está por todo lo demás no porque es bondadosa
sino porque nos intoxica siempre con lo que necesitamos.

¡Ella me salvo! asesino frente a mis ojos al diablo,
me otorgo riquezas para comprar a mis semejantes,
¡ella conmigo es un encanto! ahora tengo una erección perpetua,
lo que retuerce mi quijada en una sonrisa ella me lo concede.

A quemar, a incinerar todos los templos
que se rompan todas las rodillas de procesiones,
destrozad todos los libros seudo-sagrados
que se diezmen todos los paladares que rezan,
sólo me pide que me azote con un látigo lascivo de seda
a ella no le gusta que le llamen Dios, ella se hace llamar felicidad.

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